martes, 20 de octubre de 2009

El lago de los cisnes

El día que está, me alegra la mañana, y el que falta, le echo de menos. Es curioso como se puede añorar a alguien al que ni siquiera conoces, con el que nunca has hablado, alguien del que ni siquiera sabes su nombre. Pero es que a veces la música hace milagros. Y en esta ocasión no iba a ser menos.
Es un hombre joven, de aspecto delgado y algo desaliñado. Tan sólo le acompaña un violín y una funda de guitarra que le sirve de cazarecompensas en forma de dinero. Las mañanas que consigo cruzarme con él, hacen que merezca la pena haber cogido un metro abarrotado de gente y de haber sudado la gota gorda dentro de un vagón estrecho e incómodo. Porque cuando subo por las escaleras, y comienzo a escuchar los acordes del violín, no puedo evitar esbozar una sonrisa y comentarle a mi amiga de viaje: "¡Qué bien, nuestro amigo!". Nunca le he dado dinero, pero cada mañana, le regalo desde las escaleras mecánicas, una sincera atención y una más que merecida sonrisa que por supuesto me es siempre devuelta.
El lunes, llegué incluso a emocionarme, cuando avanzando por un intercambiador de metro, me trasladé sin darme apenas cuenta a una de las historias de amor más bonitas como es "El lago de los cisnes", y todo gracias a su maravilloso e inigualable don. Porque los milagros, existen.


3 comentarios:

  1. Pues a ver si te estiras y le das unas monedas...seguro que le irán bien.
    Q fácil es alegrar el día a los demás,solo hay que intentarlo.bs

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  2. Eso, eso, que el pobre hombre tiene que comer también jejeje

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  3. Sal de donde estés funeral eléctrico!!!Prometo darle algo la próxima vez que le vea!!Lo contaré!!!

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