viernes, 28 de agosto de 2009

Sí, lo reconozco

Negar que en mi vida he leído un best seller sería una mentira barata, muy barata. Decir que nunca me he interesado por ellos sería otra mentira, aún más barata que la anterior, pero que nunca me había enganchado de esta manera a uno, es la pura verdad. Los títulos me resultaban extraños, la extravagante historia de su autor aún sonaba más rara que sus propias novelas. Una enorme trilogía, literal y literariamente. He caído en sus redes. No sé si será porque es verano y el cuerpo sólo me pide entretenimiento o porque verdaderamente son buenos libros. No voy a entrar en el debate si son buenos o no, eso es algo tan subjetivo que nadie podrá convencer a nadie. Lo que sí es cierto es que me acuesto con ellos, me levanto con ellos y no veo el momento para volver a cogerlos, incluyendo eso mientras desayuno. Da miedo, pero es así. Y si un libro consigue conmigo eso, para mí ya se convierte en mi particular best seller, esté o no en las estanterías de las librerías, caso aparte éste, que coincide en ambos lugares.
Asesinatos, desapariciones, amores, odios, maltratos…todo forma la ya archiconocida trilogía Millenium. Si Stieg Larsson levantara la cabeza…creo que estaría igual de alucinado que todas las librerías del mundo y que la editorial Destino, valga la paradoja del asunto.
Y es que sí, lo reconozco, yo también estoy enganchada.

Una ciudad de contrastes

En su día, culmen del imperio otomano, ciudad de sultanes y comerciantes, de pescadores y concubinas, de té y especias…y en la actualidad, prácticamente lo mismo. Y digo prácticamente porque no te encontrarás sultanes en palacios, pero sí sultanes de su casa, no encontrarás concubinas de alta alcurnia pero sí concubinas de su sultán casero. El resto….es igual. Los comercios ocupan casi todas las aceras, por las que apenas puedes andar sin saltar cachimbas, cerámica, comida, ropa, dulces, y toda clase de enseres imaginables.
Nada más llegar, los colores y los olores te anuncian que aquello va a ser diferente, y te das cuenta de que no te equivocas. Apenas encuentras mujeres por la calle, a algunas casi ni las ves y hay otras a las que ves demasiado.
La ciudad del comercio, del regateo, de la oferta y la demanda, de barcos y taxis, de avenidas y callejuelas, de lujo y pobreza, de joyerías y pequeños comercios, de gente rica y gente pobre, pero eso sí, con un olor muy característico. Y es que Estambul huele a mar, a té, a kebaps, a perfume... pero sobre todo huele a diferente.

jueves, 13 de agosto de 2009

Sólo para ti

Hacía mucho que no te escribía, de hecho, muchísmo. En su día te prometí que si algún día escribía un libro te lo dedicaría, pero como ese momento aún no ha llegado, he decidido dedicarte esta entrada por lo que pueda pasar con aquella promesa editorial .
Todo comenzó cuando a los 12 años, las altas montañas de Cantabria hicieron que nos lo pasáramos como en la vida, rodeadas de buena gente, alimentadas tan sólo por risketos y descubriendo que aquella "flipadilla de la vida" y esta "gordita algo empollona" podrían ser buenas amigas. La sorpresa fue que no no equivocamos. Durante todos estos años hemos mandado muchas cosas ¡A la mierda!, hemos llegado a la conclusión de que la gente es gilipollas y que nosotras no queremos ser la gente, e incluso creamos nuestro propio carpe diem. Son tantas las anécdotas...Hemos ido a sitios tan dispares como discotecas y funerales, hemos reído y llorado (es tópico pero es tan cierto...), nos hemos enfadado y perdonado, pero sobre todo nos hemos tenido. Hace ya casi 10 años que nos conocemos y a pesar de los pesares te sigo teniendo como amiga igual que sabes que tú me tienes a mí, y aunque sé que te encanta acabar las frases, permíteme que esto lo termine yo, bueno, o ella, porque ¿te acuerdas de esto?....

miércoles, 12 de agosto de 2009

En sus zapatos

Hacía calor, mucho calor. Eran las dos de la tarde y una de las calles más céntricas de Madrid estaba totalmente levantada a tan solo 3 metros de nosotros. Me encontraba esperando a unas amigas para una de esas comidas veraniegas que de vez en cuando nos pegamos y que tan bien sientan. Opté por la sombra para esperarlas ya que el sol era algo inhumano. Me quedaré también con esta palabra para describir lo que en ese escaso cuarto de hora que estuve pude comprobar. A mi lado, un hombre de color pedía desesperado algo de dinero. Vendía esos periódicos con nombre de mobiliario urbano que todos conocemos y que nunca compramos. Una gorra le cubría y le defendía del inmenso calor, gorra que acabó por quitarse, ya que le daba más calor del que le quitaba.
Con toda la educación y su buena volunta pedía por favor algo de ayuda. Me quedé observando durante ese rato las reacciones de la gente. Unos volvían la cara, otros se le quedaban mirando con desprecio, otros se hacía los sordos, y tan sólo una persona (de muchas que pasaban por ahí a esa hora) le miró y se lo negó, eso sí con un sonrisa. De pronto me puse en su lugar, y pensé que debía ser horrible estar hora y horas en la entrada de un restaurante archiconocido, en el que entra gente de dinero, morena de sus vacaciones recién estrenadas, con sus bolsos de moda, con sus gafas de marca...y que ni siquieran te contesten.
No pude remediar ofrecerle algo de comida, que con una sonrisa me aceptó agradecido. Al salir, él sí me miró, el sí me dio las gracias y por supuesto con una auténtica sonrisa.

viernes, 7 de agosto de 2009

Un gran descubrimiento

Esta mañana una buena amiga y yo, a pesar del calor mañanero hemos decidido ir a visitar la exposición que la fotógrafa Annie Leibovitz presenta en Madrid gracias a Photoespaña 2009. Había oído hablar tanto de esta mujer que ya la tenía ganas...que si Vanity Fair por aquí, que si grandes actores por allá...pero cuál ha sido mi sorpresa que además de todo esto, Annie ha mezclado además su vida más personal. Fotos de su familia, sus amores, sus hijos, sus momentos más dolorosos y los más agradables que ella ha querido compartir con todos. Hay fotos que parecen naturales y no lo son, otras preparadas y que apenas lo parecen, pero todas con algo de magia. Hay retratos para todos los gustos: el atractivo de Al Pacino en una foto de estudio increíble, la sensualidad de Kate Moss mezcladas con altos cargos como la Reina Isabel de Inglaterra y hasta el propio Powell, así como la ironía ante el excesivo poder monetario de la familia Trump.
En un lugar bastante exclusivo en plena calle de Alcalá hemos disfrutado esta mañana de una exposición de alguien famosa y diferente, polémica y genial...se la puede calificar de muchas maneras, pero nadie podría negar que estamos ante una gran profesional de la fotografía.